Día 1 - El Inicio
Dicen que el primer paso es el más difícil, pero yo agregaría que es el más valioso. El nuestro al menos valió cada respiro. Hoy fue un día de pocos kilómetros, pero intensos, mucha subida, mucho frío, sólo vimos un peregrino en bici, el resto va caminando. Nos perdimos y a los 5 kms decidimos regresar a una bifurcación y retomar. Con el regreso fueron 12 kms en total de más. Luego que retomamos, el Camino prosiguió marcando sus pautas. Del día de hoy rescato los paisajes y el silencio acompañado del tintineo de los cencerros; impresiona toda esa soledad y pureza de aire; me invitó a la reflexión. Va a ser grato el descanso de hoy aquí en Roncesvalles.
Día 2 Hacia Pamplona
Eso de que el primer paso es el más difícil de todos no se aplicó mucho al segundo día del Camino. Aunque los ascensos no fueron tan pronunciados, hay unas cuestas y unos empedrados que hicieron que más de una vez nos bajáramos de las bicis a empujar. Hoy recorrimos más kilómetros que ayer. En esta etapa el paisaje cambia drásticamente, y aunque todavía se distinguen bosques inmensos de pinos, la ciudad se va metiendo de a poco en nuestros ojos. La llegada a Pamplona fue a través de una caminería que corre paralela al río. Toda esta estructura a favor de las actividades al aire libre son admirables. Entrando en la ciudad, nos recibió Carola D Ituarte, quien viajó exclusivamente a Pamplona para vernos unas horas. Mejor bienvenda, imposible!
Dia 3 a Estella
Dejar Pamplona fue difícil, entre tantos afectos. Tuvimos un par de excelentes anfitriones Luis y Adriana, que nos albergaron por una noche incluyendo a nuestra amiga Carola. Nos dieron una suculenta cena, un abundante desayuno y nos llenaron los morrales de frutas frescas y dátiles que, junto con la torta de Carola, resultaron valiosímos para el camino. 
Dejar a Carola en la Estación de Autobuses me partió el corazón; montarme en la bici me partió otras cosas, pero pa´ lante. 
Si entrar a Pamplona fue deslumbrante, salir me dejó sin habla. El recorrido es a través de sembradíos cuyos colores no se pueden reproducir. Frustra un poco no poder plasmar tanta majestad en una foto o un video. Si no trataran tan mal a los toros y tuviese visa, me gustaría quedarme a vivir aquí en Pamplona.
Luego de algún recorrido llegamos al Cerro del Perdón, nombre totalmente lógico porque después de subir esa cuesta le deben perdonar a uno todos los pecados cometidos y por cometer; luego de la foto de rigor, baja uno de esa cuesta ligerito, sólo con el pecado original. 
Pasamos por otros pueblitos muy interesantes, logramos la perdida del día, de sólo 1 kilómetro; y finalmente llegamos a Estella, donde dormiremos. Hoy fueron 53 kms. 
Lo único que no me duele es el casco. Mi compañera, como si nada, clara demostración de que lo débil es la mente y no el cuerpo.
Dia 4 a Logroño
Una de las cosas que se nos ha hecho más difícil es salir temprano en la mañana. No hemos logrado hacerlo antes de las diez. Muchas variables influyen, entre ellas el equipaje. Es una hazaña lograr embutir todo, de la misma manera, todos lo días. Y aquí viene lo interesante: cuántas cosas cargamos encima que no necesitamos. Realmente se requiere muy poco para el día a día y no hay mucho tiempo libre para usarlo todo en El Camino.
Al salir de Estella, lo primero que encontramos fue la famosa Fuente del Vino. Yo un poco sorprendida pues me la esperaba al final de una cuesta a donde uno llega casi al borde de la desesperación y como magia aparece esta fuente del vino. Pero no, está ubicada muy urbanamente detrás de un monasterio y es cortesía de las Bodegas de Irache. Lo temprano de esta visita hizo muy poco apetecible tomar más de un trago de este regalo.
El camino a Logroño va a través de praderas rodeadas de viñedos y olivares. Son senderos con ascensos de pendientes no tan pronunciadas como las que hemos venido padeciendo desde la salida, pero ascensos al fin. Se repite la sucesión de colores que gracias al buen clima y junto con el azul intenso del cielo, hace del paisaje un bálsamo para nuestras cansadas piernas… y brazos… y cuello, en fin…
Acercándonos a Logroño se nota el cambio de temperatura, hace frío pero no tanto. Ya podemos rodar sin sweter. Se nota también un cambio en los colores de la vegetación, se torna ocre, marrón. Logroño es una ciudad inmensa, lo que se lamenta a la hora de llegar al sitio de dormida. 
Al final, se agradece la experiencia y nos conectamos un poco para enterarnos qué padecimiento afecta hoy a nuestro golpeado país. Lamentamos no estar para la firma.
Dia 5 A Santo Domingo de la Calzada
Le debo una disculpa a Logroño. Cuando uno llega cansado no se ven tan bonitas las cosas. El ambiente en las calles de noche es increíble, el centro son callejuelas estrechas llenas de decenas de bares con mesas y sillas con gente conversando en plena calle, tomando vino y comiendo. Parece una feria. Lástima el cansancio. Estamos ya en la Rioja, por lo que es obligado tomarse aunque sea una copita de vino con la comida, que estuvo deliciosa.
Luego de un reparador sueño y haciendo ciertos ajustes al horario, logramos ganarle una hora a la salida. El desayuno fue abundante y lo que no me pude comer, me lo metí en los bolsillos. Esto se agradece a uno mismo más tarde. 
Salir de la ciudad es un espectáculo, un parque hermosísimo nos despide y la flecha nos invita a seguir por un sendero donde hay gente trotando, en bici, paseando a sus perros o simplemente caminando. Rodeamos una laguna preciosa donde hay una cantidad importante de señores pescando; la ruta nos lleva a través de más sembradíos, unos más bellos que otros; pero esa belleza no me hace olvidar que montar bici duele. Sin embargo, este tipo de jornadas de exigencia física nos permite conocer mejor nuestro cuerpo. Por ejemplo, ahora sé que tengo un chorro abierto en mi nariz. Por ello, la parte superior de mi boca está quemada.
No hemos visto peregrinos en bici, todos van a pie, con morrales que se ven pesados, caminando apoyados con bastones, algunos; otros sin nada. Van en grupos o solos. De adultos hacia arriba, todas las edades imaginables. Confieso que pasarles al lado con la bici me da pena. Yo sufro las subidas, pero me espera la recompensa de una bajadita. El peregrino a pie, sufre las subidas y padece las bajadas. Luego pienso que también hay peregrinos que caminan solo unos kilómetros y los transportan en automóvil; entonces no me siento tan mal. Unos sufren mucho, otros un poco y otros tantos, casi nada. La vida es así.
A cinco kilómetros de Logroño está Navarrete; es un pueblo bonito, como la mayoría de los que hemos visto, pero tiene una Iglesia con un altar tan imponente que hasta yo, que no rezo mucho, recé; y me hice un propósito, en honor de los que van a pie: no quejarme más en el resto del día.
Hoy tuvimos en contra el viento frío que enfrentamos en todo el trayecto hasta nuestro destino en la tarde. De hecho, pasamos un pueblo que se llama Ventosa, imaginen por qué.
Luego de un excelente día, con mejor ánimo sobre la bici y en lo alto de una colina, una alfombra de sembradíos amarillos nos presenta a la ciudad que nos acogerá por esta noche: Santo Domingo de la Calzada.
Día 6 a Villafranca
El sueño de anoche no fue tan reparador. Me sorprendió la madrugada con los ojos pelados y la cabeza dando vueltas. Podré? No Podré? Qué tal que soy la débil del grupo.
Ya amaneciendo tome un consejo que hace tiempo me dio mi compañera de caminos: Haz como los alcohólicos que dicen: por hoy, no beberé. Y así lo decidí, por hoy rodaré.
Este lugar donde descansamos anoche, SantoDomingo de la Calzada es un pueblito medieval, con calles medievales y muchas cosas medievales más. No fue muy buena la cena y el desayuno nada del otro mundo. No pude ni meter nada en los bolsillos; así que partimos con una manzana, una pera y lo que queda de la torta de Carola.
Debo decir, y que me disculpen los habitantes de este pueblo (que no puedo ni imaginarme cómo se escribe su gentilicio) que no es de los mejores donde hemos dormido.
Pero la salida del pueblo vuelve a pintar nuestra imaginación. El Camino continúa a través de verdes sembradíos que parecen peinados con un peine gigante, totalmente simétricos y dibujando formas geométricas a lo lejos. Esos sembradíos bailan al son que le toca el viento frío, tornando la superficie en diversos matices de verdes, en instantes, ante nuestros ojos.
El Camino va cada vez más lleno de peregrinos caminantes. El saludo oficial es Buen Camino, así, en español. Entonces a medida que una los va pasando, oye decir: Buen Camino, Bueno Camino, Buena Camina, con distintos acentos. Hasta yo me sorprendí diciendo Bueno Camino con acento. Entonces decidí decir de ahora en adelante: qué chévere, Buen Camino, para que se sepa de donde vengo y a dónde voy.
La dinámica del Camino ha variado un poco, se suceden pueblos cada cinco, tres o dos kilómetros. Ahora podemos ir a baños de verdad y rellenar nuestra botella de agua más seguido.
Por fin comenzamos a ver peregrinos en bici; nos pasaron dos en una cuesta, iban pedaleando fresquecitos y hasta nos sonrieron. Si Napo hubiese estado aquí, los persigue 300 mts hasta caer desplomado. Yo no lo hice por dos razones: primera, no estoy en una competencia; segundo, mis piernas no me dan, así que seguí empujando mi bici y los dejé irse.
La jornada de hoy fue más corta, 36 kms. Llevamos acumulado 280 kms en total. Ya estamos en Villafranca para descansar.
Día 7 a Burgos
Qué importante es un buen sueño para reparar energías. Hoy amanecí como de 0 Kms. Un amigo ciclista que hizo el Camino me dijo que hay un día en que el cuerpo se acostumbra y deja de doler. Nunca le creí. Pues ese día llegó. Hoy estoy como el pollito del chiste, no chento nada. Espero que esto me dure hasta Santiago y que luego se me quite. Hay que escuchar de vez en cuando al cuerpo para no excederse.
Luego de un espléndido desayuno y de guardar una pera que sobró en el bolsillo, nos despedimos de Villafranca. El Camino nos da la bienvenida con una subida mamarra, de tierra. Allí paradas observando lo que se nos venía encima, nos pasaron rodando tres ciclistas peregrinos, que tienen como meta hoy hacer 90 kms. Pues estos machotes a la mitad de la subida se han bajado a empujar y allí me entró el Napo que todos tenemos dentro y los pasé muy fresca, rodando en mi bici. Al llegar al primer plano, con la lengua afuera, la bici no quiso que me volviera a montar y me pidió que la empujara hasta la loma. 
Terminar esa subida y comenzar a embriagarnos con el maravilloso día y el Camino marcado por los robles que nos indican la ruta, pasó en un instante. De allí en adelante el camino corre entre pinos y robledales imponentes que, junto con el azul del cielo, nos regalaron uno de los más hermosos días del Camino. 
Luego de este paso de robles, la ruta se torna amigable para el ciclista. Hoy descubrí el plato tres de mi bici, que funciona de maravillas. 
En la entrada magistral a un pueblo llamado Atapuerca nos conseguimos con un ciclista, de nombre Roberto. Atapuerca está en un valle y desde la colina, ya se divisa imponente, plantada entre sembradíos verdes y amarillos. Roberto es un venezolano con 35 años en España. Ya os imaginareis con qué acento habla el hombre. Este venezolano se convirtió en nuestro guía por el resto del Camino, hasta Burgos. Nos llevó por senderos admirables y fue nuestro soporte por todos los sitios por donde íbamos pasando. Nos dijo, por ejemplo, que Atapuerca es Patrimonio de la Humanidad por ser una mina paleontológica importantísima.
También nos llevó a un valle llamado de El Silencio al que se llega luego de subir una loma. Efectivamente, cuando estás en el medio de ese Valle, el silencio te rodea y casi casi duelen los oídos; luego, uno que otro pajarito atenta contra el nombre de este Valle. El castigo por tanta maravilla fue la cuesta que nos tocó subir para salir de allí. Sin embargo, una vez arriba, lo que siguió hasta Burgos fue una bajada empujados por el viento; fue como poner piloto automático. 
En la entrada a Burgos se despidió Roberto, yo casi lloro. Es muy confortable que alguien se haga cargo de uno y que nos guíen y nos cuiden como hizo este caballero con nosotras.
Llegar a Burgos encandila; después de tanta naturaleza y aire puro, la gran ciudad intimida. Luego de un rato rodando por sus caminerías especialmente hechas para bicis, llegamos al alojamiento, muy bien recibidas ya para la comida y el descanso.
Dia 8 a Castrojeriz
Tuvimos energía y suerte para conocer algo de Burgos y de su gastronomía, sin bici. Nuestro alojamiento quedaba muy cerca del centro, así que luego de los retoques de rigor, salimos a estirar las piernas y a conocer la Catedral. También probamos la famosa morcilla, es muy rica, casi tanto como la de cebolla de la Monserratina. Burgos es una ciudad muy linda, bien cuidada y con espacios al aire libre para diversas actividades; la atraviesa un gran río en cuyo cauce se han construido caminerías y rutas para la bicicleta.
Salimos hoy muy temprano del alojamiento con 4 grados. El sol fue calentando poco a poco, por lo que el frío dio paso a una excelente temperatura.
Retomando el Camino, un pájaro Cucú nos entona un canto de despedida, cucú, cucú, oíamos a lo lejos mientras aparecen ante nuestros ojos la procesión de peregrinos que, como nosotros, quieren comenzar muy temprano su recorrido. Poco a poco los vamos viendo a nuestro lado. Llevan sus mochilas multicolores. En un momento en que el camino se ve a lo lejos, en la distancia, esta hilera de peregrinos caminantes, multicolores, parecen ciempiés pintados por Cruz Diez.
El día no puede estar mejor, el verde prado nos sigue acompañando con su cinetismo creado por el viento. Cómo pueden haber tantos tonos de verde? El cielo, sólo me es posible describirlo con una palabra en italiano: La Azzurritá. Ni una nube, todo ese azúl y ese verde nos vuelve a empalagar, nos maravilla. Al parecer nuestra capacidad de asombro es elástica y vuelve a cero todos los días.
Esta azzurritá será nuestro techo por todo lo largo del Camino el día de hoy.
Nuestro camino va hoy trazado a través de la llamada Meseta Castellana. A mi se me parece a un mar tranquilito, cuyo verde ondulante se pierde en el horizonte y se funde con esa bóveda azúl que llamamos cielo. Tiene sus ascensos y sus descensos, ambos para gente normal.
En unos de estos descensos, aparece en el valle posando para la foto, Hornillos del Camino. En su plaza, frente a la Iglesia, sentadas y comiendo un bocadillo que vino a tener en nuestros bolsillos luego del desayuno, nos sonaron las doce campanadas.
El trayecto siguió entre parajes que creía que sólo existían en la fantasía. La belleza de la ruta de hoy no puede ser descrita en ningún párrafo; no hay foto que siquiera se asemeje a lo que vimos en ese trayecto. Va más allá de las palabras, más allá de la imagen. Sólo un mago pudo crear tanta gracia. Si algún día se animan y quieren hacer aunque sean un tramo del Camino, recomiendo éste del día de hoy.
Y al llegar a una cuesta, desde lo alto de la loma, como queriendo fundirse con lo ocre de la montaña que la precede, observamos ya a Castrojeríz; nuestro destino de hoy.
Día 9 a Carrión de los Condes
Castrojeriz es un pueblo pequeño al que se le llega luego de un descenso agradable para el ciclista. Sus calles son empedradas y yace al pie de una montaña en cuya cima subsisten las ruinas de un castillo, dicen que del señor feudal de la época. Tiene actualmente apenas 600 habitantes. Pudiese ser sólo una bellezura más de pueblo, de esos tantos que hemos pasado si no fuese por lo que esconden sus casas en sus sótanos. Resulta que hay una serie de pasadizos subterráneos, algunos anegados y cubiertos de barro; otros, recuperados por nuevos propietarios, tal como es el caso de nuestro alojamiento. Entonces, además de ser recibidas como si hubiésemos llegado a la casa de mi mamá Petra, nos dieron un tour gratuito por estas cavernas. La temperatura en una de ellas es de 12 grados todo el año, aún en verano. Limpiecitas salimos a buscar la cena y nos conseguimos en plena calle a una maracucha que está haciendo el Camino. Aura, que así se llama, está casada con Martín, un Británico y viven en Gales. Cada año hacen un pedazo del Camino. Este año llegarán a Astorga. El abrazo y la conversa nos llevaron de nuevo a nuestro país.
(Este párrafo que viene puede ser leído teniendo como fondo un coro de niños cantando angelicales melodías) El descanso fue reparador, el desayuno abundante, tanto que pudimos llevarnos provisiones para el recorrido. Raquel, nuestra anfitriona nos lavó la ropa, nos llenó de aire los cauchos de las bicis, nos aceitó las cadenas y con un cordial “buen Camino” nos despidió. Las nubes siguen ausentes, así que la azzurritá nos acompañará también el día de hoy. 
(Aquí pueden cambiar el fondo musical a Carmina Burana) La salida del pueblo es una subida que me imagino que Aura la habrá llamado mollejúa. Esto me hizo dudar del juicio de quien llamó a esto Meseta, al igual que dudo de quien llamó a Las Planadas de esa manera. 
La buena noticia es que fue la única; y tal vez la última en varios días. Esta llanura nos acompañará un largo trecho. 
Desde Castrojeriz nos separan unos cuantos kilómetros de próximo poblado. En medio de la nada, aparece un hospital de peregrinos, que también es albergue; parece un oásis en medio de tanta soledad. Quien lo atiende y nos recibe, es una china peregrina que pernocta por hoy allí y funge de voluntaria.
La parte más bonita del recorrido de hoy fue el paso por el llamado Canal de Castilla. Allí nos detuvimos un rato a escuchar el canto singular de un pajarito que entonaba varias melodías, una tras otra. Al fondo, lo acompaña un Cucú. La temperatura ya nos permite rodar sin cortaviento.
Luego de una ciudad llamada Frómista, el Camino va paralelo a una carretera, lo que aprovechamos para ir un poco por el asfalto. Al final de una gran recta, aparece de repente Carrión de los Condes, nuestra meta de hoy. Simultáneamente con nosotras, van llegando peregrinos caminantes; cojeando algunos, doblados por el pesos de sus morrales otros, todos nosotros apurando el paso como la yegua que ve su establo aproximarse. Ah buen Camino el de hoy!
Día 10 a Sahagún
Lo primero que hay que asumir en estas jornadas es que este no es un viaje de turismo. Por ello, salvo contadas excepciones, del lugar donde dormimos sólo conocemos el alojamiento y cuando mucho algún lugar cercano donde cenar y/o desayunar. Lo único que lamentamos es dejar de visitar iglesias o templos que sabemos serían interesantes. El alojamiento de Carrión de los Condes no es de destacar y sin desayuno. Nos tocó resolver en una tienda de la primera bomba saliendo de este lugar. Allí tuvimos suerte de coincidir con la llegada del camión del pan. Con queso y embutidos pre empacados de la nevera y un buen café con leche que nos prepararon, solucionamos la emergencia, sin chance de llevar nada para más tarde. 
Hoy iremos con cuidado, mi compañera tiene desde ayer un asomo de lumbago.
Una de las preguntas más recurrentes que nos hacen los españoles es: de dónde sois? A lo que respondemos en estéreo: de Venezuela. Decir ésto y que les cambie la cara es inmediato. Su faz se torna misericordiosa y casi nos dan el pésame. En seguida comentan cuánto lo lamentan y la siguiente frase: Vuestro país ha salido bastante en la tele los últimos días, es cierto todo lo que dicen los noticieros? Y volvemos a responder en coro: Es peor! Seguidamente transcurre una conversación sobre lo que nos llevó a eso y cómo España corre un peligro similar. Es impresionante cómo conocen los nombres de los principales responsables del desastre en que se ha convertido Venezuela. Ayer, en una de esas paradas que hicimos para rellenar los potes de agua, un español dijo: Es que los venezolanos no tienen ni para limpiarse el piiiiiii. Huímos de allí; aunque es verdad, tampoco agrada que hablen de la casa de uno.
La ruta de hoy nos lleva por 17 kms del trazado original del Camino de Santiago, que corre sobre una calzada romana. Lo llaman Vía Aquitana. A lo largo de toda esa extensión se ve una gran cantidad de peregrinos que van a su paso. Les pasamos por el medio, por un lado. Casi todos nos dan el saludo oficial. Son muchos.
Al inicio de esta vía nos conseguimos dos muy simpáticos bicigrinos: Esteban y Jesús. Inevitablemente, al sabernos venezolanas, volvemos sobre los mismo. Jesús nos dejó una reflexión sobre su teoría. Los políticos anteriores, en el caso nuestro; y los actuales, en el caso de ellos, abonaron el terreno para el pupulismo que nos amenaza. Nos aconsejó: no guardéis resentimiento con Venezuela, ya la recuperareis. Jesús y Esteban son hermanos que tuvieron diferencias en el pasado y están haciendo el Camino juntos para reconciliarse.
Luego de terminar la calzada romana, hay un parador obligado para los caminantes y para nosotras. Conversando con uno de los peregrinos nos dice que su secreto para no cansarse es ir poco a poco, sin prisa. Y ese ha sido, creo yo, también el éxito de nuestra jornada. En la mañana salimos cuando estamos listas y en la tarde llegamos cuando terminamos la ruta; sin horario, sin prisa, de a poco.
En la mitad del recorrido de hoy se repite lo de ayer; un buen pedazo del Camino va paralelo a la carretera, por lo que aprovechamos el empujón que nos da el asfalto. Al mediodía ya estamos en Sahagún. Nuestro alojamiento está a 7 Kms de la ciudad. Aunque es temprano, la intensidad del sol y el posible lumbago nos obliga a hacer una llamada a nuestro anfitrión. Nos busca en su carro con un tráiler para las bicis. Vuelvo a sentir ese placer de ser bien atendidas y cuidadas. Ya llevamos acumulados 450 kms del Camino.
Día 11 a León
Partimos de Sahagún, en la Provincia de León; la ciudad considerada como la mitad del Camino, para los que inician en Roncesvalles. 
La amenaza de lluvia comenzó anoche. El cielo gris anunció tormenta, materializada desde entrada la madrugada. Desayunamos muy temprano pues nuestro anfitrión nos dejará en el mismo sitio del Camino donde nos buscó ayer. Dependemos de su horario. Así que a las 8 am nos encontramos en el medio del Camino, tratando de cubrir bien nuestros morrales, bajo la lluvia. Esto es tempranísimo, si tomamos en cuenta que el sol sale a las 7:15 am.
Ese cielo azul, que nos evocó poéticas metáforas quedó en el pasado. Nuestro techo son unas nubes grises que nos acompañarán el resto del día hasta León. Volvemos al sweter, bajo el impermeable.
Dejamos Sahagún bajo la lluvia y el viento frío, que no cesarán en todo el día; un solitario peregrino surcoreano sonriente nos da el saludos de rigor, bajo un poncho azúl eléctrico, se ve feliz y busca conversa; de nuevo el Camino corre paralelo a la carretera. Estamos en una sabana cuyo horizonte se pierde lado a lado. No hay terreno ocioso; el que no está sembrado, se ve preparado para ello. Nos detenemos en el primer caserío, a los 10 kms, por un chocolate caliente para bajar el frío. Allí encontramos un grupo nutrido, surcoreanos también y todos de muy buen humor. No les afecta el clima, al parecer. Es divertido verlos con sus ponchos multicolores, partir luego del descanso. Los encontraremos luego en la vía, siguiendo su peregrinaje. La lluvia sigue, el frío no para, me duelen las manos; siendo fiel a mi promesa de Navarrete no digo nada, hay que seguir
Alcanzamos a una ciclista peregrina. Va sola, se llama Flavia, es brasileira y originalmente es peregrina caminante. Decidió hacer este trecho en bici, por lo que alquiló una, un casco, colgó su mochila atrás y allí va pedaleando. Nos quedamos un buen rato conversando e intercambiando impresiones sobre salud.
La lluvia no nos abandonó en todo el día. Llegamos a León con barro del camino, empapadas, cansadas, con frío y hambre. Este es el día con el trayecto más largo: 60 kms.
León es una ciudad grande. Llegar a nuestro alojamiento nos toma una hora, entre el tráfico y las señales contradictorias del gps. Sin embargo, pasar frente a su majestuosa Catedral nos reconforta y nos da energías adicionales para llegar. Se aproxima el descanso!
Día 12 a Astorga
Ayer la ducha fue con zapatos y todo. No había sitio que no estuviese mojado y/o con barro. Confiamos en que la parrilla de la calefacción hará de secadora. Los morrales se empaparon; y eso que los metimos en una bolsa especial “impermeable”. Probaremos una vez más para verificar si fue error nuestro o que efectivamente no sirven. El alojamiento no tenía cena, lo más que nos dieron fue un par de paraguas y una expresión de “resuelvan como puedan”; llueve sin parar. Antes de la cena, visitamos la Catedral de León y sus alrededores.
El desayuno fue muy bueno; con cotillón, 7 grados de temperatura y una nube negra como techo, comenzamos la jornada de hoy.
Debo confesar que tenemos dos días en que nos ha tentado hacer el tramo en taxi. Antenoche, debido al lumbago de mi compañera; anoche, además de ese motivo estaba la lluvia. Sin embargo, ponemos la fe en que a lo mejor no nos llueve y que el dolor es soportable; así que volvemos a las bicis para el recorrido de hoy.
Salir de León es complicado; por dos razones. Una, la mala señalización. Hay flechas señalando el camino por lados diversos y contradictorios. Dos, por el tráfico y lo grande de la ciudad.
Ya casi en las afueras, nos encontramos junto con los peregrinos caminantes, en un trayecto de tierra que, debido al aguacero de ayer, se convirtió en un gran tobogán de barro. Los que caminan hunden sus zapatos hasta casi los tobillos. Nosotras debemos bajar de las bicis y hundirnos también. Con la bici, la cosa de complica. Mi compañera, además, no puede cargar la suya. Al lado corre una autopista en contraflujo. Se separa brevemente del Camino y como a 300 mts se ve que se unen de nuevo. Decidimos ir por ese hombrillo, caminando. Al llegar al sitio de convergencia, notamos que además, hay una cerca, luego de la defensa. Nos toca, o regresar y hacer el tobogán de barro (hacerlo yo dos veces con las dos bicis) o cargar yo las dos bicis sobre la defensa y sobre la cerca, en un lado que estaba doblada. Optamos por lo último. Para terminar este episodio, debimos bajar una pequeña pendiente. En fin, todo este aparataje para retomar el camino que prosigue por un túnel que cruza por debajo de esta autopista, con la continuación del lodazal anterior.
Con esta prueba superada, logramos poco a poco, dejar atrás a León. La lluvia hizo que no apreciáramos en toda su magnitud, el esplendor del que presume.
El trayecto va de nuevo paralelo a una carretera con muchísimo volumen de vehículos. Hubiésemos querido, esta vez, ir por el sendero de tierra que constituye esta tramo del camino; pero evitando los grandes lodazales, hicimos un buen trecho por el asfalto.
Esta parte del Camino, con los carros silvando en nuestras espaldas con su veloz paso o tambaleándonos en la bici cuando pasa una gandola a máxima velocidad, no es muy propicia para la meditación, la oración o el análisis del yo interno. Por eso, y buscando retomar éso que nos ha llevado a ir más allá de lo cómodo y físicamente posible, en lo que pudimos introducirnos en el sendero de tierra, ya seco, lo hicimos. 
Todo sigue a través de una interminable llanura, falsos planos y descensos muy discretos. Continuamos por un single track que más de un amigo ciclista disfrutaría. Es una senda cuyo camino es un poco más ancho que el caucho de la bici, con curvas sinuosas y toboganes pequeños. A pesar de su cercanía con la carretera, podemos apreciar el curioso canto de los pajaritos y el croar de las ranitas. 
Luego el camino se aparta discretamente de esa transitada carretera y nos conduce, tipo cuento de hadas, a un puente medieval, empedrado, que constituye la entrada de un pueblo muy lindo llamado Hospital de Órbigo. Allí entramos en un albergue para merendar y usar los baños. Un sacerdote nos bendice y nos pide que visitemos el albergue que está un poco más adelante, atendido por unos venezolanos. Así lo hicimos y nos conseguimos a este par de venezolanos, Piera y Arturo, a quien Cecilia Feo me había pedido que visitara en León! Pues aquí, por esas casualidades del destino, los conocimos sin querer queriendo. Son los dueños del Albergue San Miguel, un rincón muy bien atendido y bellamente decorado, por estos dos fajados que se vinieron buscando un mejor futuro.
Dejando este pueblo atrás, la ruta prosigue sin más nada que destacar, pocos peregrinos a nuestro paso. El viento frío en contra, que nos ha acompañado en todo el dia, pareciera querer devolvernos a Saint Jean, nuestro punto de partida. La nube negra amenaza con que pronto va a descargar. De repente, lejos pero muy lejos, aparecen dos puntas que pertenecen a la Catedral de Astorga. Nos quedan sólo 7 kms por delante, por lo que echamos el resto. Por hoy, lo logramos; y agradecemos profundamente que no nos llovió.
Dia 13 a Ponferrada
El día de hoy promete. Se preguntarán: dejó de llover? Nooo; salió el sol? Nooo; subió la temperatura? Menosss. Entonces? Es que dejamos atrás, por fin, la dichosa Meseta Castellana, con sus carreteras cogestionadas. Además, hoy es el día para alcanzar unos de los hitos más importante para los Peregrinos, La Cruz de Fierro. Un monumento en el cual todo Peregrino deja una piedrita que trae desde su lugar de origen y la coloca a los pies de una cruz con la esperanza de dejar allí todo lo malo de su pasado. No es fácil llegarle, está a casi 1500 mts de altitud. Astorga, desde donde salimos, está a 526 mts.
Nada más salimos de la ciudad, comenzamos a ver los peregrinos marchando. Con sus morrales cubiertos por los ponchos, parecen dromedarios en dos patas. Con sus bastones, van marcando el paso a través de la calzada.
El ascenso comienza discreto, sin mucha exigencia. Transcurre a través de una carretera que va paralela al sendero de los peregrinos. Nos envuelve de nuevo el espíritu que nos había acompañado desde el inicio de la peregrinación. La ruta de los que caminan está tan llena de agua, que los peregrinos caminantes nos acompañan también por el asfalto. Sigue lloviendo y hace frío, pero lo hermoso de los paisajes que se van descubriendo, nos hace omitir cualquier incomodidad. 
La carretera es muy poco transitada. De hecho, pasan carros aproximadamente cada cinco o diez reflexiones. El ascenso es tan largo y lento, que podemos repasar nuestra vida completa y hasta la de algún familiar que nos interese. Da tiempo para todo. A pesar del clima, se oye algún canto de pajaritos. 
Pasamos a través de un caserío llamado El Ganso. Un bar nos invita a entrar, nos ofrece sus limpios baños y nos da un espacio adecuado para las bicis. Adentro todo calientico, mullido. Esta lleno de peregrinos descansando. Hay que seguir. 
A medida que ascendemos la vegetación presenta un drástico cambio. Comenzamos a ver los pinos, en fila, uno tras otro, en orden simétrico. También grandes sembradíos de Robles, desnudos sus brazos, con sus piernas arropadas por un musgo de un impresionante verde manzana. Cuánto esfuerzo, cuánta belleza, cuánta paz y qué frío!
Nos detenemos de nuevo en Rabanal del Camino, esta vez a merendar. Continuaremos la subida avanzando a través de peregrinos que van poco a poco, saludando, conversando o en meditabundo silencio. Nuestra última parada es en Foncebadon, a 2 kms de nuestro objetivo. Nos guarecemos un rato adentro para calentarnos un poco. Se acerca la niebla. El paisaje afuera luce retador. A medida que avanzamos en la subida, el viento se hace más intenso. Nos empuja de lado, de frente, según el enfoque con que nos sorprenda. Si sólo dejara de llover!
Luego de 5 horas desde el inicio de la jornada llegamos a la tan esperada Cruz. Se alza imponente al final de la cuesta. A sus pies, un cerro inmenso formado con cientos omiles de piedras, de todos colores, de todos tamaños, escritas unas, con fotos pegadas otras.
Y allí está ella, colocando su piedrita que trajo de Caracas. Imagino que le cuesta creer. No me importa, mi fe nos arropa. Alcanza para sus peticiones, las mías, las del papá muy enfermo de mi amiga que me escribió ayer, las del que viaja de Maracaibo a otras latitudes buscando una mejor medicina; las de mi familia, las de los amigos de mi familia, las de mis amigos, las de la familias de mis amigos.
Oh Cruz bendita
Aunque ella no crea
Cúrale su cuerpo
Sánala completa
Cuida a mi Familia
Salva a Venezuela
Y a mis amigos
No los dejes por fuera
Amén

Puesta mi piedrita y terminada mi oración, continuamos. Nos falta lograr otra cumbre (la llaman Collado de las Antenas) para comenzar el descenso. Les dije que llueve? Y que hace mucho, pero mucho frío? 4 grados con viento se siente como -15. Un cartel inmenso previene a los ciclistas: Bajar con cuidado pues el pavimento es resbaloso cuando llueve. Los dedos congelados y la precaución nos hacen ir muy lentamente. Cada 2 kms hay que detenerse a calentar las manos. El viento quiere hacernos bailar como si fuésemos un prado sembrado. Golpea fuertemente y nos voltea el volante. Más velocidad y creo que nos hace caer. Luego de 7 kms de bajada, aparece por fin un caserío, con un bar calientico por dentro, con chimenea y chocolate caliente. El Acebo, que así se llama, es el primer poblado de la región del Bierzo que visitaremos, última región de Castilla y León antes de entrar a Galicia. Ya un poco más abajo del recorrido, comienza a verse un espectáculo de flores silvestres que se encargan, entre todas, de mostrarnos el arcoíris en la tierra. A lo lejos, un rebaño de ovejas está muy bien cuidado por un perro pastor que las vigila desde una cuesta. Con menos viento, es más factible admirar los alrededores. 
Nos recibe Ponferrada, donde descansaremos por hoy.
Oh Cruz bendita, gracias!
Día 14 a Las Herrerías
El día amanece como lo previsto. Desde anoche ya nos advertían: “por la tele, dan agua para mañana”. Saliendo del alojamiento, nos vaticinan: “os vais a mojar”. Y claro, estaba lloviendo. Ya nos acostumbramos a ir bajo la lluvia.
Salir de Ponferrada nos cuesta 7 kms de una larga calle con tráfico citadino. Sin embargo, una ancha calzada nos alivia, de cuando en cuando, de compartir la vía con los autos. Hay pocos peregrinos. Debe ser por lo grande de la ciudad y las diversas opciones que existen para tomar el Camino desde allí.
Una vez alcanzada esta distancia, el Camino nos aparta de la ciudad a través de un sendero de tierra que corre justo por el medio de vides que parecen peones en un tablero de ajedrez, por lo lineal de los sembradíos. Y allí están; aparecen de repente, en fila, en grupos. Como si nos hubiesen estado esperando escondidos tras un árbol. Nos reencontramos con los peregrinos. 
Esta vides serán nuestra compañía hasta llegar a la única ciudad más o menos relevante que cruzaremos el dia de hoy: Villafranca del Bierzo; a la que se accede por un camino empedrado (en serio?). Luego de cruzar sus diversas callejuelas y dejarla, atrás todo cambia. Deja de llover, por ratos, sale el sol, por ratos. Se asoma un tímido azúl en el cielo, también por ratos.
Desde aquí, el Camino prosigue en una hermosa monotonía. Corre por la rivera del Río Valcarce; plegándose a sus meandros, el trayecto va perfectamente demarcado. A un lado el río, al otro una carretera con poco, muy poco tráfico.
Desde ahora, y por los próximos 20 kms a lo largo del Camino, se suceden uno que otro caseríos, Pereje, Trabadelo, Vega de Valcarce, cada 3, 4 o 5 kms; caseríos que nos invitan a atravesar con los desvíos señalizados. Estos caseríos, como la gran mayoría por los que hemos pasado desde que entramos en España, parecen como abandonados, puertas y ventanas cerradas, con pocas señales de estar habitados. Salva la convicción, uno que otro peregrino sentado en la única mesa de un bar, o en bancos improvisados. Esta soledad me hace recordar la canción de Joan Manuel Serrat, Pueblos Blancos: “…por sus callejas de polvo y tierra… el sacristán ha visto hacerse viejo al cura, el cura ha visto al cabo y el cabo al sacristán; y mi pueblo después vio morir a los tres…”
A medida que avanzamos hasta nuestro destino de hoy, se nos ofrece a la vista un paisaje de bosque húmedo que escolta la rivera de este río. Arboles que parecen tener mucho, pero mucho tiempo vigilando la ruta. Troncos gordos y retorcidos que bien pudiesen ser el hogar de algún gnomo. Da la sensación de estar en un bosque encantado y que alguno saldrá por allí para contarnos alguna historia del por qué se fueron todos los habitantes del próximo pueblo.
Y de repente, apareció el letrero Las Herrerías, nuestro destino de hoy. Y en todo el frente de este letrero, nuestro alojamiento; mejor imposible!
Día 15 a Sarria
El Camino me ha enseñado muchas cosas; una de ellas es cómo sobrellevar un malestar o algo que me incomoda. El secreto es que uno se olvida de una molestia cuando llega otra de mayor intensidad. Allí si se olvida uno de lo viejo y se concentra en esto nuevo que molesta más. Por ejemplo, cuando empezamos el Camino, me molestaba muchísimo la herida que me dejó la mordida del perro. Hoy me acuerdo y me da risa. 
“Hoy tenemos que ascender la gran montaña del Camino de Santiago, la mítica Cumbre de O´Cebreiro”, reza un folleto para ciclistas pegado en la pared del alojamiento. De nuevo el día se nos presenta con grandes nubarrones. Un tímido sol se asoma de vez en cuando tratando de disminuir un poco el frío que nos castiga. 
El ascenso puede ser por dos trayectos. Uno, de tierra y piedras, que nos aconsejan no tomar pues lo húmedo del terreno y las escarpadas subidas pueden complicarnos la jornada. El otro, por el que optamos, discurre a través del asfalto por la Carretera Nacional. 
Comenzamos nuestro ascenso, luego de un flojo desayuno. Poco a poco vamos ganando la cuesta. Hay muchos más ciclistas en la ruta y muy poco tránsito vehicular. Unos pasan con sus alforjas, parados en sus pedales, demostrando mucha fuerza y poder. Otros van con nosotras, en fila india. Con mucho esfuerzo vamos pedaleando en la cuesta y nos pasan, como si fuesen rodando por la Meseta Castellana, dos señores que se ven mayores. Nos adelantan a todos, van conversando y riéndose entre ellos. Todos perplejos los vemos alejarse. Quise grabarlos en un video y con el Napo que todos tenemos dentro, decidí alcanzarlos. Pedaleé muchísimo. Ya con la lengua en la mano los alcanzo y ellos sonriendo me preguntan: Hi, where are you from?, con un hilo de voz que todavía me quedaba les digo: Venezuela. Comienzan a interrogarme sobre Venezuela y no podía ni responderles ni mantenerles el paso. Pensé: Qué haría Napo en esta situación. Comienzo a hacer cambios para que se me saliera la cadena para así detenerme con esa excusa y nada. Decidí dejarlos ir, pero antes, con el poco aire que me quedaba logré decirles: cómo hacen para entrenar? Los admiro! Se ven entre ellos pícaramente y soltando una carcajada el señor me dice: our bikes are electric! Antes de despegarse, se dan la licencia de aconsejarme: Toma aire mientras esperas a tu compañera! Y continuaron muertos de la risa. Me quedé allí parada y pensé: por lo menos les debe molestar el asiento!
El ascenso prosiguió lentamente. Comienzan a aparecer al pie de la montaña, lajas negro profundo. Entre sus grietas crece un verde musgo. Con la humedad, los colores se saturan deleitándonos la vista. Súbitamente, luego de una gran curva, parecen enfrentarse el poder del hombre con el poder de Dios. Un viaducto altísimo pasa sobre nuestras cabezas. Se ve inmenso, imponente. Más tarde y más arriba, ya alcanzada la cima, observaremos allá abajo este mismo viaducto chiquitico, como insignificante. Tanto subimos!
A la izquierda, comienzan a verse los techos negro de las casas. Nos acercamos poco a poco a Piedrafita do Cebreiro, el primer poblado que vemos luego de 10 km.
2 kms más adelante, por fin aparece un descenso. Aprovechamos de pararnos sobre nuestros pedales para que algunas partes del cuerpo retomen su forma original. Vuelve el viento a tratar de intimidarnos y nos hace pedalear aún en las bajadas. El frío se cuela por los dedos. Finalmente llegamos a O Cebreiro. Afortunadamente siempre hay un sitio acogedor, calientico, donde guarecernos. Retomado el guáramo, seguimos nuestra ruta hasta la cumbre más alta que haremos hoy: Alto Do Poio. A ratos llovizna, nos moja pero no nos empapa. El descenso fue de 15 kms en soledad, sin un solo caserío o seres humanos a quien saludar. Debo decir que hasta ahora, nuestra ruta no ha coincidido con el recorrido de los que caminan. Sólo en algunas oportunidades, a través de las sendas que se visualizan desde la carretera, los vemos en fila india. El viento nos golpea fuerte durante el descenso. En una oportunidad trató de quitarme el casco. 
La primera población que nos encontramos de bajada es Triacastella. Allí nos detenemos nuevamente para reponer fuerzas y calentarnos.
Desde aquí junto a los caminantes, tomamos la llamada Variante de Samos. Es un recorrido bellísimo, con ascensos y descensos en tierra a través de un bosque húmedo, de cuentos de hadas, otra vez. Es uno de los paisajes más hermosos que hemos visto. Lo llaman Corredoiras y va paralelo a un río muy caudaloso, el Sarria, que va formando espectaculares caídas cada tanto. A pesar del cansancio, disfrutamos cada metro recorrido en este sendero. Por estar ya bien entrada a tarde, apenas nos conseguimos 3 peregrinos en esta senda. Una de ellas, va solitaria. Es de Sudáfrica y tiene 22 días caminando.
Llegamos a Samos, ciudad que tiene un Monasterio del siglo VI. Lo bordeamos, está cerrado para la visita. Nos lo perdemos. 
La jornada de hoy fue dura y agotadora, el resto del trayecto lo hacemos por la Carretera Nacional, hay más tráfico del deseado. Luego de 15 kms adicionales de exigencia, llegamos a Sarria. Aquí nos detendremos y repondremos energías. Nos reciben en el alojamiento con una manguera para lavar nuestras bicis. La cosa promete.
Día 16 a Palas de Rei
Hoy todo me parece más bonito… como dice la canción, Y es que el día amaneció ES PEC TA CU LAR. Volvió el cielo azúl, el sol calentando la calle, alejando el frío. Esto, sumado al consentimiento con el que nos trataron en el alojamiento, no pudo menos que dejarnos como nuevas. Aunque no nos dieron cena, nos recomendaron un restaurant de venezolanos justo al frente. Allí cenamos una pasta bologna que parecía hecha por mi hermana Mireya. Pura sazón criollita. Estamos tan cansadas, pero tan cansadas que un par de peregrinos nos observan desde su mesa con cierta compasión. No es la primera vez, antes del ascenso a la Cruz de Ferro, un grupo de peregrinos al vernos con las piernas desnudas enfrentar el frío, exclamó: pobrecitas!
Luego del merecido descanso, un muy disfrutado desayuno nos preparó para la larga jornada de hoy.
Al comenzar a pedalear, tengo tanta energía que siento que puedo empezar hoy desde Saint Jean. Esta sensación por supuesto dura 2 minutos, porque en lo que el cuerpo se da cuenta que le viene otro trajín como el de ayer, comienza la protesta. 
Estamos en tierras gallegas. Tiene muchas cosas buenas; entre ellas el pan. Desde hoy comeremos puro pan gallego.
A pocos metros de nuestro inicio, en una pequeña plaza, cuyo centro es una cruz de tamaño mediano, se congregan 15 o 20 suecos (alemanes?, finlandeses?). Entonan una hermoso himno en modo de oración. En ese momento tan especial, nos quedamos allí, orando con ellos. Nos saludamos. Ellos comienzan hoy su Camino. Sarria es una ciudad escogida por muchos peregrinos para comenzar.
El paisaje promete, no podemos pedir mejor clima, mejor luz, ni brillo que este que nos acompaña. Sin embargo, el número de peregrinos caminantes ha aumentado. Son decenas. Se ven todos nuevecitos, con su ropa limpiecita, van hasta quitándoles las etiquetas a los bastones. Aparecen en nuestro paso, admirándose de las bellezas de las que ya nosotras venimos empapadas. Vienen descansados, lo que contrasta con nuestro cansancio.
La jornada de ayer fue muy larga y exigente, de 60 kms; y la de hoy, aunque menos ruda, tiene un recorrido largo. Al cruzar un puente, nos saludan los peregrinos que estaban en el restaurant de anoche. Nos desean que estemos ya recuperadas.
Una subida puyúa se nos presenta súbitamente. Es de tierra, la recorre una zanja por todo el medio y esta atestada de peregrinos caminando. Nos toca bajarnos de la bici y empujar el kilómetro que nos separa de la cuesta. Vencido esto llegamos a Barbadelo, un caserío elegido por muchos peregrinos para descansar. Nosotras seguimos.
El camino continúa a través de las corredoiras; que son trechos que atraviesan campos labrados. A medida que avanzamos, se nos presentan arroyuelos que debemos cruzar de un lado para otro. Los voy contando, 1, 2, 3, 1.547, 7.000. Dios, han debido hacer un puente! Hay grandes trechos donde la humedad es tanta, que se forman largos recorridos de lodazales que cruzamos, unas veces pedaleando, otras hundiendo pies y cauchos para avanzar.
Nada importa, no hay dolor o barro que opaque toda esta belleza que se presenta ante nuestros ojos. Es una experiencia multisensorial. A nuestro paso, vamos percibiendo los olores del pasto y del abono; de tierra mojada; de alguna flor muy pretenciosa que quiere llamar la atención. A ellos se agrega el azul profundo del cielo, el canto de pajaritos, el sonido de los arroyuelos y el aire frío en nuestra cara. 
El camino por estos grandes pasajes, entre arroyos y bueyes; subidas y descensos leves, tramos de fango, con paisajes hermosísimos, nos conduce hasta Portomarín. Estamos en el punto exacto de la mitad de la jornada de hoy.
El trayecto continúa ahora paralelo a una carretera; y será un ascenso continuado hasta un poblado que se llama Ventas de Naron. En esta larga subida se me ocurre que si pasa un vehículo y me ofrece la cola, junto con mi bici, a Palas de Rei lo acepto enseguida. Pienso entonces que las tentaciones son así, llegan cuando uno más tiene la necesidad. Entonces allí es donde uno debe ser fuerte y no ceder. No cedí. Bueno, tampoco pasó ningún carro ofreciendo nada.
Ventas de Naron es el punto más alto que lograremos hoy; una vez allí el Camino nos nos vuelve a dirigir, ya en descenso, por una senda que parece exclusiva para los peregrinos. Casi ningún vehículo. Se siente la ruta vigilada por filas de inmenso pinos, en correcta formación, que nos observan desde los alto. Este paisaje alivia nuestro cansancio, nos deleita la vista y nos mueve la imaginación: descansarán cuando nadie los ve?
Nos sigue la fortuna del buen tiempo. Una vez en la ciudad donde descansaremos, nos percatamos que el alojamiento se encuentra a 7 kms de allí. Nos avisan que no tienen cómo buscarnos. “Vénganse rodando, 7 kms no son nada!” Bueno, nos toca entonces tomar un último aliento para llegar al destino. Cerrando la puerta tras de nosotras, comenzó la tormenta.
Dia 17 a Arzúa
Todavía agradezco el hermoso día que nos fue regalado ayer. Incluso la odiosa, esa lluvia tan fastidiosa que nos ha castigado desde hace unos días atrás, fue benevolente. Esperó que entráramos al alojamiento para desatarse; y con furia, pues vino en forma de tormenta. No paró en toda la noche; amanece y aún llovizna. 
Qué bien se siente cuando a uno lo tratan con amabilidad cuando se llega cansado y hambriento. María se encargó de nosotras y de las bicis. Su exquisita cena e inolvidable desayuno hacen que recordemos este alojamiento como uno de los mejores. Estamos a 7 kilómetros de Palas de Rei, en una región denominada Lugar de Sombreixo, en Ulloa. Son hermosísimos prados con muchísimo ganado y gente muy amable. Los que viven por aquí deben tener la felicidad garantizada de por vida.
Llegar y salir fue reconfortante por el paisaje y por los mágicos olores que vamos descubriendo a medida que avanzamos. 
Mientras rodamos al inicio de nuestro Camino de hoy, descubrimos un sembradío de eucaliptos sólo por su aroma que se mezcla hasta confundirse con el de los pinos silvestres. Más adelante, un montón de leña ardiendo nos distrae y sustituye los olores anteriores. Llovizna, lo que hace que la humedad reflejada en el asfalto y en la vegetación resalte sus colores. 
Debemos recorrer 7 kilómetros para retomar el Camino por este sendero. Vamos en absoluta soledad, disfrutando de lo que creo es el último tramo tranquilo del Camino.
Y súbitamente se acabó. Llegamos al poblado donde debemos retomar el Camino. Hay autobuses turísticos desde donde se bajan un monton de peregrinos. Hay muchos, unos con bebes en coches. Otros empujan una silla de rueda. El Camino desde aquí, se torna más poblado aún. Ya nuestro “Buen Camino” no es un saludo. Igual lo decimos pero significa: Voy por la derecha, voy por la izquierda, por el medio, permiso; y ud no se piensa mover? Y así vamos, a cada rato; Buen Camino, Buen Camino, para poder avanzar. En el Camino uno se encuentra con todo tipo de peregrinos. Unos saludan alegremente, otros ni devuelven el saludo. Unos nos empujan las bicis en la subida; otros protestan porque los ciclista deberían ir por la carretera. Unos nos aplastan con sus morrales para tomar una foto; otros lloran con nosotras cuando intercambiamos nuestros motivos de peregrinación. Hay de todo; nosotras tratamos de tomar las sonrisas y los gestos amables y devolverlas duplicadas. Hay que ser amable con los demás. 
Lo poblado no resta lo bello de este trayecto, con sus enormes planadas verdecitas que se pierden hasta una cerca de gigantescos pinos que se yerguen orgullosos en el horizonte; o con sus senderos que nos llevan a través de árboles en cuyas raíces corre un rodapié de musgo verde en diversas tonalidades.
En toda la mitad del recorrido está la ciudad de Melide. Famosa por sus pulperías. Nos detenemos para verificar la veracidad de esa bien ganada fama.
Desde allí, el Camino transcurre por inmensos toboganes. Me deslizo por esas grandes bajadas con cierta preocupación. Todo ciclista sabe que después de una sabrosa bajada viene semerenda subida; aquí no fue la excepción. A estos repechos, en término español, le llaman “rompepiernas” y mejor nombre no pueden tener. De lo que me duelen luego de hacerlas, seguro hay algo roto allí adentro.
Finalmente llegamos a Arzúa; aunque el trayecto de hoy fue el más corto de todos, estamos agotadas. Nos pasa factura lo duro de las jornadas de antes de ayer y de ayer.
Nuestro anfitrión nos busca en una bomba Repsol que está en la entrada de la ciudad. Oh oh, las bicis no caben. Debemos rodar medio kilómetro más para guardarlas en una tienda de bici. Por primera vez, desde que nos las entregó Jesus Canseco en Madrid el 24 de abril, nos separamos de ellas. Mañana las retomaremos para que cumplan con su tarea Nos separan sólo 40 kilómetros de nuestra meta. Ya mañana, si Dios quiere, lograremos nuestro objetivo, Santiago de Compostela.
Dia 18 a Santiago de Compostela 
El alba me sorprendió con la cabeza dando vueltas. Difícil conciliar el sueño. Muchas emociones se agolpan. La meta está cerca, es hoy 13 de mayo, día de la Virgen de Fátima, cuando debemos llegar a Santiago. Nuestro deseo desde hace 18 días, desde hace 5 meses, desde hace 3 años. 
No ha parado de llover, ni lo hará en el resto del día. 
José, nuestro anfitrión nos lleva de nuevo al lugar donde dejamos las bicis. Antes, un buen desayuno que nos deja una fruta para la jornada. 
Una vez en el Camino, nos sorprendemos con la cantidad de peregrinos caminantes en la vía. Van en tumultos, grupos grandísimos. Van a un lado, al otro y en todo el medio. Cuando se estrecha el sendero, debemos bajarnos de las bicis y caminar con ellos. El barro también hace su gran aparición. Cada tanto, cuando logramos cierta distancia de los que peregrinos, el Camino nos lleva por esos mágicos senderos que se quedarán impresos en mis ojos por un largo tiempo. La lluvia, lejos de molestar, embellece el paisaje. El barro se agazapa de vez en cuando en algún recodo. Nada molesta. Tan cerca ya que debemos más bien bajar la marcha para disfrutar los últimos kilómetros. Los peregrinos van cantando, contentos. Nos unimos en alegría. Cada vez falta menos.
La mayoría de los caminantes llegan hasta O Pedouzo, a 20 kms de Arzúa y a la mitad de nuestro recorrido. A partir de allí, serán pocos los peregrinos que nos encontraremos hasta entrar en Santiago. 
Los últimos 7 kms son a través de un ligero ascenso, hasta el Monumento del Monte Do Gozo. Supuestamente desde allí se divisa la Catedral. La niebla no nos lo permite. 
Desde este punto, un largo descenso nos lleva hasta la ciudad de Santiago. A nuestra entrada nos luce grande, con mucho tráfico. Debemos recorrer aún 4 kms para llegar a la Catedral. El Camino se convierte en una calzada de piedra, es la Calle San Pedro. Finalmente se nos aparece, a la izquierda. De costado. Debemos bajar unos escalones para estar en su frente. Y allí está, la Catedral de Santiago de Compostella. Ante ella agradecemos, oramos. La lluvia lava mi cara. Se lleva mis lágrimas. Ensayo oraciones aprendidas de niña. No se ajustan. Rezo la mía
Santiago apostol peregrino
Que llegaste a Compostella
Te ofrezco todo mi esfuerzo
Te entrego todas mis penas
Por la salud de esta peregrina 
Que se llama María Adela;
Te pido por mis amigos,
Por mi familia entera,
Por aquellos que tu sabes
Que su salud los desvela,
Y por último mete tu santa mano
Para salvar a Venezuela. 
Amen

Al final compruebo que el Camino es uno solo y que las señales siempre están allí, sólo que no las vemos!
Gracias infinitas a Dios por permitirnos hacer este recorrido sin un solo percance, gracias a mi familia por todo el apoyo. A ustedes, amigos, lectores, seguidores, que hicieron el camino con nosotras. Con cuyos comentarios nos alimentamos todas las noches por 18 días, cuando teníamos que luchar con el cansancio para disfrutar letra a letra esos maravillosos mensajes de apoyo.

You may also like

Back to Top