





Literalmente eres mi norte. Sabiéndome lejos, te visualizo ubicándome. Eres mi muro de contención, eres mi ancla. Eres tan inmensa y majestuosa que un solo abrazo mío no te alcanza. Tus ojos observan impávidos cómo a tus pies se mueve el caos, la anarquía, la agonía silenciosa e interminable de tu rebaño. A lo lejos luces enigmática, con las sombras y matices de verdes con los que te vistes. Cuánto placer y paz hay en tu interior. Cuántas opciones de gozo. ¿Cómo podré vivir lejos de todo esto? Ya a tu altura, más cerca del cielo, percibo un inmenso azul que se pierde en el horizonte. Puedo ver eso que tanto padeces: horror e impotencia ante el descuido ajeno que destruye tu interior y altera tu hábitat. Sin embargo —a pesar de todo— sé que permanecerás erguida y regenerarás lo destruido. Sé que siempre estarás allí, pase lo que pase, vaya a donde vaya. Mi montaña, mi Ávila; tanto me das, tan poco te reintegro. El Ávila forma parte de una larga cadena de montañas que se extiende a lo largo de las costas de Venezuela. Se encuentra al norte del valle de Caracas y conjuntamente con el Pico Occidental, el Pico Naiguatá y el Pico Oriental, conforman el Parque Nacional el Ávila.